Evidencian riesgos en infantes sobreexpuestos a dispositivos digitales
Una sonrisa emocionada aparece cuando el pequeño de apenas dos años sabe buscar su juego favorito en el celular, también hemos sido testigos de miradas de orgullo al ver a una niña de cuatro años desplazarse con facilidad por cualquier dispositivo digital hasta encontrar el programa que la entretiene durante horas.
Estas escenas, cada vez más comunes, no solo se observan en el hogar, sino también en parques, templos, restaurantes y otros espacios públicos. Sin embargo estas prácticas están teniendo un impacto directo en el neurodesarrollo infantil.
Así lo han evidenciado diversos estudios recientes, los cuales han analizado cómo el uso excesivo de dispositivos digitales ha contribuido al aumento de diagnósticos relacionados con retrasos en la adquisición del lenguaje, socialización y la salud física de los pequeños.
ESTUDIO INTERNACIONAL
La Asociación Americana de Psicología publicó en enero de este año un informe realizado por investigadores de la Universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda, titulado “Asociaciones longitudinales entre el tiempo frente a la pantalla y el lenguaje infantil, las habilidades educativas tempranas y el funcionamiento social entre pares”. El documento fue contundente en sus conclusiones:
“Los niveles más altos de exposición a pantallas se asociaron con niveles más bajos de vocabulario, comunicación, escritura, aritmética y fluidez al escribir, y con mayores problemas en las relaciones con los compañeros.”
El estudio detalla que más de 1.5 horas diarias frente a pantallas a los 2 años se vincula con habilidades lingüísticas y educativas por debajo del promedio, así como con mayores dificultades sociales a los 4.5 años. Además, una exposición diaria superior a 2.5 horas a esta edad se asoció con problemas de relación interpersonal más marcados a los 8 años.
REALIDAD LOCAL
Katherine Fernández, fonoaudióloga y especialista en neurorehabilitación pediátrica del Hospital del Niño Dr. José Renán Esquivel, confirma que esta realidad también se refleja en Panamá.
“Con frecuencia llegan al consultorio niños con retrasos en sus habilidades comprensivas y expresivas. No hablan, no forman oraciones acordes a su edad y presentan bajos niveles de atención”, explicó Fernández.
La especialista advirtió que el uso excesivo y sin supervisión de dispositivos electrónicos provoca una sobreestimulación de luces, sonidos y movimientos. “Estos estímulos llegan a un cerebro inmaduro que no puede procesarlos adecuadamente, lo que genera diversas alteraciones”.
Y agregó: “Tengo niños que saben el nombre de muchas frutas, pero no saben cómo pedir comida. Es decir, tienen vocabulario, pero no lo utilizan de forma funcional. Su lenguaje está limitado y no logran expresar adecuadamente sus necesidades ni emociones.”
OTRAS ALTERACIONES
La Dra. Yamilette Rivera Solís, especialista en neurodesarrollo infantil, reafirma que uno de los efectos más evidentes de esta sobreexposición es el trastorno del desarrollo del lenguaje. No obstante, advierte que las consecuencias van más allá.
“Existen alteraciones perceptuales, visuales, dificultades para comprender el entorno, así como problemas en la motricidad fina y en la coordinación ojo-mano”, detalló.
Además, el tiempo prolongado que pasan sentados frente a las pantallas se asocia con problemas de coordinación gruesa, mayor riesgo de presión arterial alta, colesterol elevado, triglicéridos, obesidad, sobrepeso y hasta diabetes.
¿QUÉ HACER?
Ante la pregunta de cómo contrarrestar estas consecuencias, tanto Rivera Solís como Fernández coinciden en que la clave está en el juego, la interacción familiar y social, y en reducir al mínimo el uso de pantallas durante la primera infancia.
“El cerebro humano aprende de otro ser humano, no de una pantalla. Por eso, hacemos un llamado urgente a los padres y cuidadores para que pasen más tiempo con sus hijos, jueguen, hablen, se conecten con ellos desde lo real”, concluyó la Dra. Rivera Solís.
Esta información resulta crucial para definir políticas públicas, estrategias de atención médica y prácticas de crianza responsables en torno al uso de dispositivos digitales en los primeros años de vida.